Todo comenzó meses atrás, cuando gracias a los contactos realizados en este foro se organizaron un par de excursiones de pesca la zona de Lonquimay. En esas salidas, y a través de las conversaciones en el foro, comenzó a gestarse la gran idea: cerrar la temporada con un espectacular evento. ¿El lugar? Pin Pon Logde (PPL), en Puelo.
Las inscripciones fueron en estricto orden de llegada hasta completar –e incluso sobrepasar– la capacidad del local. Cual convocatoria a la selección, se fueron sucediendo los faxes a los clubes, ya que el fin de semana del 1 de mayo era fecha oficial. La nómina: el anfitrión Pin Pon, Rodrigo Mella, Flyfox, Funkouc, Buscandoanessy, Nicorvis, Chucao y Fibanez. Muchos quedaron en el camino, deseosos de participar, pero las cartas ya estaban echadas, el grupo conformado, los preparativos en marcha. Ya no había vuelta atrás.
Los mensajes en el foro se sucedieron uno tras otro, los preparativos avanzaban vertiginosamente, pero ante el color verdoso que comenzaron a adquirir algunos marginados de la convocatoria, se optó por seguir con las gestiones organizativas a través del mail. Una cantidad impresionante de mails, por cierto, que permitió ir calentando el ambiente y definiendo algunos detalles, como que la partida se adelantaría para aprovechar también el jueves como día de pesca, o para intercambiar datos de patrones que había que llevar. De paso, evitamos a una buena cantidad de participantes del foro el pecado de la envidia. No nos agradezcan, muchachos, pero algo hicimos por la salvación de sus almas.
Las anteriores a la partida fueron semanas de stress: sesiones de atado intensivo, trabajo logístico, la coordinación necesaria entre los asistentes, venidos de diferentes partes del país... todo nos tenía con los nervios de punta, hasta que llegó el día más largo del año: ese interminable miércoles 29 de abril. Desde la VIII región partió un contingente conformado por Buscandoanessy, Nicorvis y Funkouc, que llegó al anochecer a Temuco. Otros dos participantes –Rodrigo Mella y Fibanez– emprendían viaje desde Santiago hacia Puerto Varas. Cada uno de los dos móviles ya definidos con anticipación había pagado sus respectivas cuotas y comprado parte de los suministros. El móvil 1 principalmente comestibles (y específicamente carnes), el Móvil 2 se cargó a los bebestibles (principalmente ron y cervezas. Y no Doraguas, por cierto). Ya esa noche, antes de comenzar oficialmente la aventura, comenzaron los percances. El contingente llegado desde la VIII región llegó a la casa de Flyfox en Temuco, donde se cayó en masa al agua, retrasando la salida del día siguiente.
Para acortar un poco, les contaré que los santiaguinos se reunieron con Pin Pon y Chucao en Puerto Varas para hacer las últimas compras antes de seguir rumbo a PPL en el Móvil 1, donde luego de algo más de una hora arribó el Móvil 2. Rápidamente prendimos la parrilla y comimos algunas entrañas, asado de tira, embutidos y saciamos nuestra sed con cerveza y vinos que magnánimamente donó Mosqueado, un participante del foro que no asistió, y que por cierto estaban buenísimos. Luego nos disfrazamos y partimos raudos a pescar. Nuestro destino sería el Puelo, donde “Tito el que no falla” nos llevaría en su bote. Todo estaba conversado, aprovecharíamos antes de que llegara el grueso de los pescadores que seguramente sobre poblarían Puelo ese fin de semana. Así fue como Pin Pon comenzó a llamar por teléfono a “Tito el que no falla”, y así fue también como nuestro destino ese día terminó siendo Puelo Chico. Gracias a Dios, y a Tito.

El primer almuerzo

El tío Pin Paul en el río

Alimentación balanceada
La pesca esa primera tarde fue simplemente espectacular. Emergentes y ninfas eran tomadas una tras otra por vigorosas truchas entre 500 gramos y un kilo, con una que otra pieza un poco mayor. Equipos #2, #3 y #4 y líneas de flote nos acompañaron ese día, que nos dejó felices y cansados. Tan cansados que cuando oscureció tuvimos que emprender el regreso a PPL, donde luego de dejar los waders y zapatos secando, nos pusimos manos a la obra: prender el fuego (con las brasas que aún quedaban del almuerzo) para preparar la comida. El menú: estomaguillo al palo (¡otra vez mamut!), papas cocidas y –créanlo o no– ensalada. Todo regado con abundante cerveza, vino y brebajes de mayor graduación. Luego de saciar nuestros estómagos, nos dimos a la noble tarea de compartir, aprovechando la agradable noche que se nos presentaba.

Chaqueta Amarilla en el río

El estomaguillo
Las botellas bajaban una tras otra, los ataques de risa ahogaban a más de uno que casi colapsó, los cuentos se sucedían uno tras otro. Declaraciones del tipo “si se permitieran los matrimonios homosexuales, me casaría contigo” nos fueron dando luces de cómo se venía la cosa. El saco de dormir con candado era asunto de vida o muerte. Esa primera noche el pelambre fue firme, la filosofía profunda, los ataques de risa casi letales. La conversación discurrió por diversos temas, tuvo momentos álgidos y, claro, se desvirtuó infinidad de veces. Esa noche nacieron nuevos personajes, como Luci, Chaqueta Amarilla, el Tío Pin Paul y su wader con velcro y Ricarte Soto, que desde una silla, y en estado casi vegetal, trataba de seguir el hilo de la conversación mientras se devanaba los sesos tratando de dilucidar cómo se levantaría de la silla para irse a dormir. Incluso en algún minuto pidió ser simplemente tapado con un chal y dejado ahí, a la intemperie, cosa que finalmente no fue necesaria. Luego de arrastrarse hasta sus aposentos, cayó dormido profundamente y deleitó a todos los presentes con sus armoniosos ronquidos. La libreta casi colapsaba con los apuntes y jeroglíficos.

Conversando en PPL

Waders secándose
El viernes la levantada fue temprano. A las 6:00 AM sonaba el despertador, y el anfitrión despertaba a toda la concurrencia con música a alto volumen. Comer algo rápido, tomar los autos y partir al Puelo, nuestro destino de ese día. Tito esta vez ni siquiera fue llamado, por lo que vadeamos un sector del río con algunas buenas capturas. Cañas #4 a #6, líneas de hundimiento y grandes moscas fueron la tónica, aunque un desesperado que iba zapatero llegó incluso a probar con mosca seca, pese a que era evidente que en la superficie no había actividad alguna. Luego de que el desesperado lograra –luego de un nuevo cambio a línea de hundimiento y streamer– pinchar una trucha, volvimos a PPL a almorzar. El menú, nuevamente asado, cervezas y otros bebestibles. Luego de satisfacer nuestras necesidades alimenticias, vuelta al río. Otra sección del Puelo Chico, a la que nos dirigimos en los móviles, y vuelta a pinchar truchas de buen tamaño y entretenidas peleas con emergentes y ninfas.

Almorzando en PPL

Nicorvis en el río
Llegamos a la orilla del río y comenzamos a caminar hacia arriba, remontando para luego volver pescando hasta los autos. ¿Todos? Nooo, Chaqueta Amarilla partió raudo río abajo, con tan buenos resultados como los demás, pero... cuando nos reunimos en los autos con los últimos rayos de luz, Nessy no aparecía. La distancia hasta PPL era considerable, y el denso bosque no permitía salir del río al camino, por lo que era poco probable que nos estuviera esperando más abajo. Luego de una agitada discusión y no pocos improperios hacia el desaparecido, se tomó la decisión de que el Móvil 1 partiera, mientras el Móvil 2 y sus integrantes se quedarían a esperarlo. Luego de un rato apareció tarareando algo como “perdón, perdón, yo sé que...” y el Móvil 2 pudo regresar completo a PPL, donde, claro, nos pusimos manos a la obra. Prender el fuego y nuevamente darnos al asado y los brebajes espirituosos. Esta vez, eso sí, la hora de término fue algo más temprano, atendiendo las paupérrimas condiciones en que el día de pesca había dejado a los participantes. Una noche más fría, además, no ayudaba a mantener la juerga hasta muy tarde, aunque tampoco impidió cuentos, anécdotas, pelambres y muchas risas.

Flyfox atando para el día siguiente

Fibanez estresado

El rincón de las cañas
Sábado, y nuevamente a las 6:00 AM sonaba el despertador. Iniciamos la levantada y emprendimos rumbo a nuestro destino de ese día. Exploraríamos un tramo desconocido del Puelo Chico, en el que ni siquiera el anfitrión había incursionado. Estacionamos los móviles y al agua. Algunas capturas tempraneras, aunque de talla chica, hacían presagiar un buen día, aunque al rato el pique se tornó lento. Nuestros equipos #3 y #4, líneas floating y ninfas y emergentes no tenían el trabajo de otros días, por lo que decidimos almorzar temprano –habíamos llevado todos los pertrechos para alimentarnos a la orilla del río– y seguir pescando más abajo. Llegamos a los autos y... no había rastro de Chaqueta Amarilla ni de Flyfox. Luego de dejarles un mensaje en el parabrisas informando la partida de los restantes 6 miembros del contingente, emprendimos la retirada a sectores más prometedores del río. Luego de algún rato en que nos entretuvimos pescando algo –el pique aún seguía lento– llegaron los perdidos, con las provisiones y con Nessy culpando de todo a Flyfox. Armar el fuego a la orilla del río, dar cuenta de entrañas y costillas, cervezas y vino, y seguir pescando. Fue entonces que Chaqueta Amarilla y Nicorvis partieron caminando río abajo, mientras los demás tomamos los móviles y bajamos hasta un tramo más auspicioso del río.

Sesión de modelaje de Chaqueta Amarilla

Ricarte y una de sus capturas
La pesca mejoró, pero las condiciones de algunos pescadores eran deplorables. Nicorvis llegó donde estábamos los demás dando tumbos, Chucao –luego de verificar que su cast sufría las inclemencias del alcohol– se sentó a la orilla del río y Flyfox se sentó a “descansar” un minuto a la orilla del río, para despertar cuando quedaba bastante menos luz. Pero el premio mayor se lo llevó Ricarte Soto, quien luego de algunos tropezones y al ver que no obtenía pique alguno, decidió cambiar la mosca. Fue cuando descubrió que al final de su tippet no había nada. Acto seguido se sentó en una piedra a amarrar la mosca elegida, y fue entonces cuando se durmió. Sí señoras, sí señores. En pleno cambio de mosca, simplemente sucumbió. El destino quiso que despertara cuando todavía quedaba algo de luz, y al no ver a nadie cerca, debió echar mano a sus envidiables capacidades de orientación. Y así fue que Ricarte, alias “El GPS humano”, partió caminando río abajo... exactamente en dirección contraria a donde estábamos los demás y, por cierto, los autos. Quiso el destino que se encontrara en el camino con Flyfox, quien se dirigía a los autos y lo conminó a darse la vuelta y caminar en la dirección correcta. Luego de llegar a los autos, y con algunas gotas ya cayendo desde el cielo, pudimos emprender la retirada a PPL, donde comimos algo liviano y tomamos una que otra refrescante bebida. Fue ese día cuando Ricarte nos comentó lo caro que era el supermercado más cercano.
-¿Cómo tanto?, fue la pregunta de rigor.
-Ayer fuimos a comprar... un par de bolsas de carbón, una botella de pisco y un litro de aceite salió 17 lucas, comentó.
-¡¡¿¿17 lucas??!! ¿Seguro?, preguntamos sorprendidos.
-Claro, voy a buscar la boleta, contestó confiado.
Y por cierto era caro el supermercado, ya que la compra había salido 7 lucas. De las otras 10 nunca supimos, pero considerando que don Ricarte trabaja para el Estado, no cuesta imaginar dónde fue a parar la diferencia...

Asado a la orilla del río

Almorzando a la orilla del río
Toda la noche del sábado llovió intensamente, lo que hizo que el día domingo, al sonar el despertador, casi nadie reaccionara. Seguía lloviendo, y algunos alegando sueño, otros malestares generalizados y otros simplemente incapaces de alegar nada, sólo un valiente se levantó, se vistió, tomó sus cosas y partió el río bajo la incesante pero suave lluvia. Esperanzado caminó solitario, pensando en cómo en ese día de lluvia sería el único pescador, en que tendría todo el río a su disposición, en todas esas historias de días con algo de lluvia y truchas hiperactivas... Iba soñando este humilde pescador cuando, luego de una loma, divisa el soñado río... con un caudal impresionante. Los pozones que ayer nos deleitaran eran grandes correntadas, y las hasta ayer prístinas aguas eran de un precioso color chocolate. Un par de lances para justificar la levantada y de vuelta a PPL, donde los demás aún descansaban.

Los equipos

Fibanez y una trucha

Chucao y su nuevo auto
Ese domingo, luego de la fallida incursión al río, los asistentes arreglaron el malogrado portón de acceso al Lodge, ordenaron el local, limpiaron, hicieron sus maletas, cargaron los móviles y emprendieron el regreso, recordando cada detalle de ese increíble fin de semana extendido. Atrás comenzaban a quedar cuentos, anécdotas, nuevos sobrenombres, risas, luchadoras truchas y un mundo de experiencias que recordaremos siempre. Una parada en Cochamó para comprar salmón y seguimos rumbo a Temuco, donde el grupo comenzó a dispersarse. Físicamente, claro, porque seguiremos recordando este gran evento por mucho tiempo, riéndonos de los cuentos y sabiendo que, para siempre, tendremos algo en común: ese notable cierre de la temporada 2009 en el ya mítico PPL.

El selecto grupo