). Era la primera vez que con mi compadre Rodrigo Ramírez nos internábamos en el corazón de la precordillera Linarense para ver hasta donde podíamos llegar, siguiendo la antigua rutas de los arrieros. Nuestro objetivo no era muy ambicioso pues no contábamos con un 4x4 sino un digno Suzuki Ignis con tracción simple. Con él pudimos llegar hasta el sector Monte Oscuro. Mochilas al hombro seguimos la huella que comienza con la recomendación de un cartel que dice: “Sólo 4x4” y vaya que tienen razón, pues de otra manera es imposible (se salvó la chanchita Ignis). Nos internamos una media hora para encontrar un lugar que sirva de campamento Base, que logramos levantar cerca de las 19:00 horas, la hora ideal para mosquear. Bajamos al río allí mismo donde habíamos llegado, a poco metros de la carpa encontrándonos con un río prístino (de los más claros que yo haya visto hasta ahora, con visibilidad en pozones que calculamos fácil pueden alcanzar los 2 ½ y 3 metros). No tardaron en llegar los primeros piques y tomadas, primero con ninfas y después secas, pues los saltos de las truchas desde las 20:30 hrs se sucedían constantemente. Nos quedamos a la orilla del río hasta que no veíamos donde caía la mosca. Nos acostamos temprano, pues ahora la idea era levantarse en la mañana y caminar río arriba. Así que el domingo caminamos un poco más de una hora, hasta llegar a un estero que alimenta en forma perpendicular al Achibueno. Se trata de un río pequeño, sin presión de pesca (sólo vimos un grupo de ferreteros de 6 personas que se quedaron mucho antes que nosotros en el camino antes de llegar al estero). Como todo estero, mosqueable por excelencia. Especialmente ninfas. Muchos piques, tomadas con tallas medianas a chicas, como es normal en la Zona Central. Truchas luchadoras y con aguas tan cristalinas que puedes “cazar”, muy entretenido. A medio día el descanso obligado pues el sol que pica fuerte no permite piques, así que nos conseguimos pozón exclusivo para un chapuzón breve y sombra para la siesta. Volvimos al campamento calculando llegar para que bajando el sol podamos estar en el primer pozón que conocimos, cerca del campamento. Allí con elk hair caddis mi compadre se hizo una fiesta aparte con las truchas, tirar y abrazarse, tanto que ni siquiera se nos ocurrió tomarnos fotos con la emoción. Al otro día (lunes) volvimos por la mañana muy temprano al pozón “milagroso”, pero nada fue igual ¿Qué había pasado? Nos craneamos y no tardó en llegar la conclusión: LUNA LLENA. Ya sabíamos que los ciclos lunares afectan la pesca (Cf. http://www.flyshop.cl/FLYSHOPNEWS/junio/articulo1.html ) pero ahora, además del magnetismo, comprendimos que con una luz tan grande que ilumina la noche (junto a las luciérnagas, que yo nunca había visto) las truchas se alimentan hasta quedar panza arriba y por la mañana sólo quieren digerir tremenda cena. Cuando nos aprestábamos para regresar al auto, unos lugareños nos invitaron a conversar-tomar algo (un tinto a las 11 de la mañana y eso que se iban a trabajar, por eso no progresa Chile, jaja). Y nos dieron un dato que nos hizo pensar en volver pronto para ver que tal. Obtuvimos, gracias al tintolio un segundo aprendizaje: si quieres conocer picadas, el compartir una cerveza o algo más con los lugareños, te puede resultar una llave que abre candados.
Resumen del viaje: Piques incontables, unas 25 tomadas de pequeñas y medianas truchas pero muy entretenidas, todas devueltas. Les dejamos algunas fotos, no tanto de las truchas pues ya les explicamos que la ansiedad es más fuerte.
La caminata:
El Achibueno en su esplendor:
El estero...
Achibueno:
Desde la carpa...
Ya casi de noche
La mejor manera de llegar más arriba:
