¿qué estamos haciendo?... ¿qué hicimos en la temporada?...
Posted: 20 May 2010, 12:00
Estimados,
Mucho hemos hablado de nuestras salidas, de nuestras capturas, de nuestras moscas y de la camadarería....
También mucho hemos criticado la contaminación, la basura de nuestros ríos, los accesos privados a ríos que creemos son de todos, la depredación de las truchas, "los flaites", la pobre fiscalización, sernapesca, etc...
y También mucho nos alegramos de las buenas iniciativas de nuestros vecinos argentinos, su conciencia, sus campañas de limpieza, el cuidado de sus ríos, sus campañas de cuidado y repoblación de truchas, entre muchas otras más que nos cuenta Magazine Digital Mosquero MDM...
Me hago la pregunta en voz alta para que otros también escuchen...
¿qué hice por los ríos en que pesqué?...
¿qué voy a hacer para encontrar más limpios y cuidados los esteros que tanta alegría me dieron esta temporada?...
¿qué voy a hacer para que cuando mi hijo crezca lo pueda llevar a los mismos esteros que hoy con tanto descuido igual nos siguen brindando su vida?...
¿podemos hacer algo como grupno que nos decimos ser? o seguiremos en nuestra postura cómoda de criticar y alabar a otros que hacen las cosas....
les dejo una reflexión que hace un montañista chileno y que invita a sus amigos a actuar....
Vasos Sucios
Por el Anticristo (noviembre 2007)
El manejo de la basura es uno de los grandes temas de la modernidad.
Y para que vean que no siempre soy tan negativo, esta vez voy a comenzar tratando de ver el vaso medio lleno (y no medio vacío como es mi costumbre), al sostener que, como Humanidad, y a pesar de todos los problemas que tenemos en nuestro planeta, al menos con respecto al manejo de los deshechos, hemos avanzado mucho.
Hmmm... En realidad, eso no era exactamente lo que quería decir.
Permítanme redactarlo de otra manera: creo que, como especie, por fin estamos corrigiendo el rumbo y empezando a ir en la dirección correcta.
Hmmmmm... No. Tampoco es eso lo que intento expresar.
Sería mejor decir que en los tiempos presentes, y a pesar de los innumerables desastres ecológicos que hemos provocado, todavía hay motivos para tener esperanza, porque hoy en día estamos más conscientes del tema, y eso, por más negro que se vea el futuro, ya es un avance.
Hmmmmmmm... En realidad, pensándolo bien... estamos jodidos.
Neoproblema
Más allá de como estén los vasos, llenos o vacíos, sí es claro que el manejo de la basura es un problema inédito a la Humanidad.
Nunca antes lo habíamos experimentado. Ocurre sólo ahora porque la población, la esperanza de vida y las ambiciones de los hombres son definitivamente mayores a las que tenían nuestros antepasados, potenciado por el hecho que, al copar el planeta, ya no queda terreno disponible que permita absorber los efectos de los impactos.
Entender que es un problema nuevo también explica, un poco, porque nos hemos equivocado tanto al intentar solucionarlo. Al no existir precedentes válidos de los cuales hayamos aprendido, hemos tenido que improvisar, aplicando medidas que en su momento parecían soluciones, sólo para después descubrir que eran (y son) estupideces (arrojar la basura al mar es un buen ejemplo de ello).
Para hacer las cosas más complicadas, también tenemos que considerar en este análisis a la Globalización, un fenómeno igualmente nuevo que genera su buena cuota de complicaciones. Lo que sí, esta vez al menos aparejada con ella vienen cosas positivas (¿vaso medio lleno?). Por ejemplo, permite rápidamente “acusar” a quienes están involucrados en actos de contaminación severos, impidiendo así que las “embarradas” pasen desapercibidas por más esfuerzos que hagan las corporaciones o gobiernos responsables (por ejemplo, el caso de los cisnes de Celco).
Privilegiado Usuario Frecuente
Como hoy en día lo que arrojemos por la ventana terminará entrando por la puerta, hablar de la problemática de la basura termina por convertirse ineludiblemente en un debate acerca del cuidado del medio ambiente y, luego, en la amenaza de extinción que enfrentan las especies que viven en él. La flora y fauna, al estar confinada a un número cada vez menor de zonas cada vez mas pequeñas, se ha vuelto tan frágil que, de no asistirla con medidas explicitas, acabará dañada de muerte y terminará por desaparecer, al menos en la forma como la conocemos hoy (estarán de acuerdo que un mundo qué sólo tenga cucarachas, ratones y palomas, si bien es un ecosistema válido, también es pobre).
El problema es obvio. Hablar de basura y medio-ambiente es hablar de elementos extraños que arriban en cantidad y calidad a un ecosistema que no está preparado para defenderse. Tan sencillo como eso. Puede ser un pequeño envoltorio plástico de un caramelo arrojado en un bosque (visible pero inocuo) o radiación filtrada al agua por una planta nuclear (invisible pero letal). Puede que las magnitudes y consecuencias de estos dos ejemplos extremos sean distintos (y por lo tanto deben ser combatidos de maneras diferentes), pero al final son sólo expresiones disímiles de un mismo fenómeno: ensuciar.
Nosotros, los montañistas, estamos directamente involucrados en este problema. Porque, primero, por la naturaleza propia de las actividades que realizamos, somos testigos directos de cómo esta confrontación ha degradado sistemáticamente las áreas silvestres terrestres (el mar es otra historia). Segundo, porque a tal extraño privilegio se le suma el hecho que somos quienes más las visitan (más que los científicos o militares). Tercero, porque los impactos que hagamos en la naturaleza, por muy menores que parezcan (comparadas con los que hace, por ejemplo, una mina de carbón), son analizados con especial severidad por el resto de la Sociedad.
Nos guste o no, estamos en el medio del huracán. Ante eso, ¿respondemos a la altura de las circunstancias? ¿Cuidamos el medioambiente como se esperaría de nosotros? ¿O solamente somos tan buenos o malos como el resto de la sociedad que nos alberga?
Chicos Piadosos
Bueno, como es de esperarse, hay de todo. Desde escaladores que están súper conscientes del problema, y que ayudan en forma anónima o pública (recogiendo la basura en las Chilcas o colgándose desnudo de la torre Entel para reclamar por algo), hasta montañistas que son verdaderos terroristas ambientales que, con tal de poder escalar un poco mejor, están dispuestos a talar, romper y ensuciar (varios “amigos” míos son así).
Afortunadamente, creo no equivocarme al decir (¿vaso medio lleno?) que estos últimos son sólo una minoría y no alteran la percepción general que los montanistas sí cuidan el medio ambiente, sí son bien intencionados y sí se preocupan de minimizar sus impactos. O sea, somos buenos tipos.
Admitido eso, no se puede negar que todavía hay mucho por mejorar. Es más, si me pusieran una pistola al pecho y me obligaran a enunciar cuáles son los principales defectos de los montañistas nacionales con respecto a este tema, no me demoraría ni dos segundos en encontrar tres grandes áreas en las cuales estamos en deuda: educación, activismo y adaptabilidad.
Conceptos que, como es habitual, paso a explicar a continuación.
Educación
En la medida que la población de un país tenga mejor Educación (así con mayúscula), tendrá mejores herramientas intelectuales para poder debatir casi cualquier tema, entre ellos, la contaminación de nuestros espacios salvajes (dado que el Hombre no viene pre-seteado con el concepto del cuidado del medio ambiente y se requiere cierto grado de elaboración para comprender cabalmente las consecuencias del problema que tenemos).
Nuestros instintos, venidos de los tiempos en que apretábamos cachete delante del Dientes de Sable, juegan en contra nuestra, porque nos llevan a preocuparnos sólo de “nosotros”, “aquí”, “hoy”. Nociones como Respeto, Empatía, Generosidad, sólo vienen después, al recibir el barniz civilizado que la Educación coloca sobre el mono primitivo que todos llevamos adentro. El ejemplo clásico es el del pobre hombre que vive en condiciones míseras (en la base de la pirámide de Maslow) y que no ve como un problema arrojar la botella plástica, o cualquier otro objeto neutro a su sobrevivencia inmediata, al arroyo que pasa cerca de su choza.
Los montañistas chilenos están un poco más arriba que eso, pero tampoco debemos pasarnos de la raya y pretender que por el sólo hecho de ser capaces de escalar un cierto grado, o subir a una cierta cumbre, somos más educados o inteligentes que el resto de los mortales. Sí, es cierto que el montañismo entrega la oportunidad de vivir experiencias extraordinarias, las cuales podemos o no, aprovechar luego para convertirnos en personas más sabias. Pero eso no es algo inmediato ni dado, sino que responde a un proceso reflexivo que no todos los alpinistas hacemos.
Por eso, en principio y en general, los montañistas chilenos tenemos (o si gustan, arrastramos), la misma Educación que el resto de nuestros pares chilenos ha recibido. O sea, en honor a la verdad, no mucha.
Eso explica porque a veces cuesta tanto debatir cualquier problema en nuestra comunidad. Sencillamente la Educación recibida no es la suficiente como para controlar las pasiones y dejar espacio para la racionalización y la tolerancia. Así, no extraña que el tipo que acaba de escalar a vista un 7b le conteste, a combo limpio, al inútil del 5.7 si éste le dice que no tire al suelo la colilla del pito que acaba de fumarse.
La problemática de la basura sólo será resuelta con medidas inteligentes, creadas, implementadas y respetadas por gente ídem.
Activismo
El segundo defecto de los montañistas chilenos, con respecto al tema del manejo de la basura, es que cuando aparecen los problemas, respondemos muy pasivamente (o, de frentón, no hacemos nada). Nos limitamos a criticar y criticar, pero luego, llegada la hora de plasmar nuestras intenciones en hechos concretos, nos desinflamos (no sin antes rogar internamente que ojalá sean otros los que trabajen por encontrar una solución). Actitud que es tan habitual en nuestro país que se ha transformado en una verdadera tara nacional, una que explica muy bien porque somos (o merecemos) ser un país sub-desarrollado.
No se trata de salir a la calle y tirar piedras por cada decisión que no nos guste, pero sí entender de una vez por todas que la sociedad va a cambiar sólo en la medida que nosotros mismos tomemos cartas en el asunto. Ya sea incorporándonos a grupos gremiales de presión, financiando a organizaciones no gubernamentales que nos identifiquen o, incluso, manifestando físicamente.
Los montañistas nacionales tampoco escapamos, de nuevo, a esta característica-país y, salvo muy raras excepciones, no hemos sido capaces de organizarnos y dictar nuestros puntos de vista y condiciones al resto de la sociedad. Entre ellos, nuestra cerrada oposición a cualquier proyecto que amenace nuestros eco-sistemas.
Miren, yo entiendo que participar activamente da flojera. Y lata. Pero, créanme, quedarse cruzado de brazos no es solución a nada.
Adaptabilidad
El tercer punto, y último, es que somos muy lentos para adaptarnos a las nuevas situaciones.
Como lo comentaba antes, la naturaleza y los ecosistemas han llegado a ser tan frágiles que cada día aparecen nuevos enfoques intentando revertir la situación. Eso lleva a un cambio continuo en las regulaciones que nos controlan y en las técnicas de mínimo impacto que usamos. Los montañistas ya debieran estar acostumbrados a este proceso dinámico y debieran mostrar una capacidad de adaptación excelsa, propia de un deporte que, además, exige responder rápido a eventos inesperados.
Pero curiosamente, esto no es así. En los hechos se ha visto que cuesta mucho que los andinistas cambiemos nuestras costumbres, normalmente tomándonos años en incorporar medidas que a veces son de una simplicidad brutal.
Si tienen dudas al respecto, es cosa que miren lo que nos ha ocurrido en el pasado. Por ejemplo recordar las décadas que nos tomó erradicar el pésimo hábito de enterrar la basura (en vez de cargarla de regreso). O cuánto ha costado que nos acostumbremos a no dejar el papel higiénico usado.
Hay más ejemplos de resistencia en Chile a medidas que en el resto del mundo ya están hiper-asumidas: no dejar botadas las toallas higiénicas usadas, no romper los árboles, no botar las colillas, no alimentar los animales silvestres, no hacer fogatas, uso racional del magnesio, dejar de usar bolsas plásticas, dejar de escalar en zonas cuando llegue el período de nidificación, etc.
Históricamente el montañista nacional ha demostrado ser testarudo y de una pobre adaptibilidad, cambiando sólo porque hasta los melones se están cayendo de maduros. Obstinación que es defecto puro, porque nos hace una masa tan pesada y lenta de reaccionar que a veces con su pura inercia termina por bloquear buenas iniciativas.
Epílogo
No ensuciar el medio ambiente requiere disciplina, paciencia y adaptabilidad. Es hablar de hacer un esfuerzo, a veces poco, normalmente mucho. Pero es por una causa justa, una por la cual vale la pena hacer un sacrificio.
Los montañistas chilenos tenemos algo que decir al respecto, entre otras cosas porque en ocasiones somos los únicos que pueden atestiguar lo que está ocurriendo. Sí, tendremos defectos (algunos muy serios), pero no somos parte del problema. Además creemos que algún día nuestras sensibilidades prevalecerán, porque la razón está de nuestro lado.
En una discusión donde al final ya no se trata de ver si el vaso del cual vamos a beber está medio lleno o medio vacío.
Está sucio.
El Anticristo
anticristo@aruficax.cl
Mucho hemos hablado de nuestras salidas, de nuestras capturas, de nuestras moscas y de la camadarería....
También mucho hemos criticado la contaminación, la basura de nuestros ríos, los accesos privados a ríos que creemos son de todos, la depredación de las truchas, "los flaites", la pobre fiscalización, sernapesca, etc...
y También mucho nos alegramos de las buenas iniciativas de nuestros vecinos argentinos, su conciencia, sus campañas de limpieza, el cuidado de sus ríos, sus campañas de cuidado y repoblación de truchas, entre muchas otras más que nos cuenta Magazine Digital Mosquero MDM...
Me hago la pregunta en voz alta para que otros también escuchen...
¿qué hice por los ríos en que pesqué?...
¿qué voy a hacer para encontrar más limpios y cuidados los esteros que tanta alegría me dieron esta temporada?...
¿qué voy a hacer para que cuando mi hijo crezca lo pueda llevar a los mismos esteros que hoy con tanto descuido igual nos siguen brindando su vida?...
¿podemos hacer algo como grupno que nos decimos ser? o seguiremos en nuestra postura cómoda de criticar y alabar a otros que hacen las cosas....
les dejo una reflexión que hace un montañista chileno y que invita a sus amigos a actuar....
Vasos Sucios
Por el Anticristo (noviembre 2007)
El manejo de la basura es uno de los grandes temas de la modernidad.
Y para que vean que no siempre soy tan negativo, esta vez voy a comenzar tratando de ver el vaso medio lleno (y no medio vacío como es mi costumbre), al sostener que, como Humanidad, y a pesar de todos los problemas que tenemos en nuestro planeta, al menos con respecto al manejo de los deshechos, hemos avanzado mucho.
Hmmm... En realidad, eso no era exactamente lo que quería decir.
Permítanme redactarlo de otra manera: creo que, como especie, por fin estamos corrigiendo el rumbo y empezando a ir en la dirección correcta.
Hmmmmm... No. Tampoco es eso lo que intento expresar.
Sería mejor decir que en los tiempos presentes, y a pesar de los innumerables desastres ecológicos que hemos provocado, todavía hay motivos para tener esperanza, porque hoy en día estamos más conscientes del tema, y eso, por más negro que se vea el futuro, ya es un avance.
Hmmmmmmm... En realidad, pensándolo bien... estamos jodidos.
Neoproblema
Más allá de como estén los vasos, llenos o vacíos, sí es claro que el manejo de la basura es un problema inédito a la Humanidad.
Nunca antes lo habíamos experimentado. Ocurre sólo ahora porque la población, la esperanza de vida y las ambiciones de los hombres son definitivamente mayores a las que tenían nuestros antepasados, potenciado por el hecho que, al copar el planeta, ya no queda terreno disponible que permita absorber los efectos de los impactos.
Entender que es un problema nuevo también explica, un poco, porque nos hemos equivocado tanto al intentar solucionarlo. Al no existir precedentes válidos de los cuales hayamos aprendido, hemos tenido que improvisar, aplicando medidas que en su momento parecían soluciones, sólo para después descubrir que eran (y son) estupideces (arrojar la basura al mar es un buen ejemplo de ello).
Para hacer las cosas más complicadas, también tenemos que considerar en este análisis a la Globalización, un fenómeno igualmente nuevo que genera su buena cuota de complicaciones. Lo que sí, esta vez al menos aparejada con ella vienen cosas positivas (¿vaso medio lleno?). Por ejemplo, permite rápidamente “acusar” a quienes están involucrados en actos de contaminación severos, impidiendo así que las “embarradas” pasen desapercibidas por más esfuerzos que hagan las corporaciones o gobiernos responsables (por ejemplo, el caso de los cisnes de Celco).
Privilegiado Usuario Frecuente
Como hoy en día lo que arrojemos por la ventana terminará entrando por la puerta, hablar de la problemática de la basura termina por convertirse ineludiblemente en un debate acerca del cuidado del medio ambiente y, luego, en la amenaza de extinción que enfrentan las especies que viven en él. La flora y fauna, al estar confinada a un número cada vez menor de zonas cada vez mas pequeñas, se ha vuelto tan frágil que, de no asistirla con medidas explicitas, acabará dañada de muerte y terminará por desaparecer, al menos en la forma como la conocemos hoy (estarán de acuerdo que un mundo qué sólo tenga cucarachas, ratones y palomas, si bien es un ecosistema válido, también es pobre).
El problema es obvio. Hablar de basura y medio-ambiente es hablar de elementos extraños que arriban en cantidad y calidad a un ecosistema que no está preparado para defenderse. Tan sencillo como eso. Puede ser un pequeño envoltorio plástico de un caramelo arrojado en un bosque (visible pero inocuo) o radiación filtrada al agua por una planta nuclear (invisible pero letal). Puede que las magnitudes y consecuencias de estos dos ejemplos extremos sean distintos (y por lo tanto deben ser combatidos de maneras diferentes), pero al final son sólo expresiones disímiles de un mismo fenómeno: ensuciar.
Nosotros, los montañistas, estamos directamente involucrados en este problema. Porque, primero, por la naturaleza propia de las actividades que realizamos, somos testigos directos de cómo esta confrontación ha degradado sistemáticamente las áreas silvestres terrestres (el mar es otra historia). Segundo, porque a tal extraño privilegio se le suma el hecho que somos quienes más las visitan (más que los científicos o militares). Tercero, porque los impactos que hagamos en la naturaleza, por muy menores que parezcan (comparadas con los que hace, por ejemplo, una mina de carbón), son analizados con especial severidad por el resto de la Sociedad.
Nos guste o no, estamos en el medio del huracán. Ante eso, ¿respondemos a la altura de las circunstancias? ¿Cuidamos el medioambiente como se esperaría de nosotros? ¿O solamente somos tan buenos o malos como el resto de la sociedad que nos alberga?
Chicos Piadosos
Bueno, como es de esperarse, hay de todo. Desde escaladores que están súper conscientes del problema, y que ayudan en forma anónima o pública (recogiendo la basura en las Chilcas o colgándose desnudo de la torre Entel para reclamar por algo), hasta montañistas que son verdaderos terroristas ambientales que, con tal de poder escalar un poco mejor, están dispuestos a talar, romper y ensuciar (varios “amigos” míos son así).
Afortunadamente, creo no equivocarme al decir (¿vaso medio lleno?) que estos últimos son sólo una minoría y no alteran la percepción general que los montanistas sí cuidan el medio ambiente, sí son bien intencionados y sí se preocupan de minimizar sus impactos. O sea, somos buenos tipos.
Admitido eso, no se puede negar que todavía hay mucho por mejorar. Es más, si me pusieran una pistola al pecho y me obligaran a enunciar cuáles son los principales defectos de los montañistas nacionales con respecto a este tema, no me demoraría ni dos segundos en encontrar tres grandes áreas en las cuales estamos en deuda: educación, activismo y adaptabilidad.
Conceptos que, como es habitual, paso a explicar a continuación.
Educación
En la medida que la población de un país tenga mejor Educación (así con mayúscula), tendrá mejores herramientas intelectuales para poder debatir casi cualquier tema, entre ellos, la contaminación de nuestros espacios salvajes (dado que el Hombre no viene pre-seteado con el concepto del cuidado del medio ambiente y se requiere cierto grado de elaboración para comprender cabalmente las consecuencias del problema que tenemos).
Nuestros instintos, venidos de los tiempos en que apretábamos cachete delante del Dientes de Sable, juegan en contra nuestra, porque nos llevan a preocuparnos sólo de “nosotros”, “aquí”, “hoy”. Nociones como Respeto, Empatía, Generosidad, sólo vienen después, al recibir el barniz civilizado que la Educación coloca sobre el mono primitivo que todos llevamos adentro. El ejemplo clásico es el del pobre hombre que vive en condiciones míseras (en la base de la pirámide de Maslow) y que no ve como un problema arrojar la botella plástica, o cualquier otro objeto neutro a su sobrevivencia inmediata, al arroyo que pasa cerca de su choza.
Los montañistas chilenos están un poco más arriba que eso, pero tampoco debemos pasarnos de la raya y pretender que por el sólo hecho de ser capaces de escalar un cierto grado, o subir a una cierta cumbre, somos más educados o inteligentes que el resto de los mortales. Sí, es cierto que el montañismo entrega la oportunidad de vivir experiencias extraordinarias, las cuales podemos o no, aprovechar luego para convertirnos en personas más sabias. Pero eso no es algo inmediato ni dado, sino que responde a un proceso reflexivo que no todos los alpinistas hacemos.
Por eso, en principio y en general, los montañistas chilenos tenemos (o si gustan, arrastramos), la misma Educación que el resto de nuestros pares chilenos ha recibido. O sea, en honor a la verdad, no mucha.
Eso explica porque a veces cuesta tanto debatir cualquier problema en nuestra comunidad. Sencillamente la Educación recibida no es la suficiente como para controlar las pasiones y dejar espacio para la racionalización y la tolerancia. Así, no extraña que el tipo que acaba de escalar a vista un 7b le conteste, a combo limpio, al inútil del 5.7 si éste le dice que no tire al suelo la colilla del pito que acaba de fumarse.
La problemática de la basura sólo será resuelta con medidas inteligentes, creadas, implementadas y respetadas por gente ídem.
Activismo
El segundo defecto de los montañistas chilenos, con respecto al tema del manejo de la basura, es que cuando aparecen los problemas, respondemos muy pasivamente (o, de frentón, no hacemos nada). Nos limitamos a criticar y criticar, pero luego, llegada la hora de plasmar nuestras intenciones en hechos concretos, nos desinflamos (no sin antes rogar internamente que ojalá sean otros los que trabajen por encontrar una solución). Actitud que es tan habitual en nuestro país que se ha transformado en una verdadera tara nacional, una que explica muy bien porque somos (o merecemos) ser un país sub-desarrollado.
No se trata de salir a la calle y tirar piedras por cada decisión que no nos guste, pero sí entender de una vez por todas que la sociedad va a cambiar sólo en la medida que nosotros mismos tomemos cartas en el asunto. Ya sea incorporándonos a grupos gremiales de presión, financiando a organizaciones no gubernamentales que nos identifiquen o, incluso, manifestando físicamente.
Los montañistas nacionales tampoco escapamos, de nuevo, a esta característica-país y, salvo muy raras excepciones, no hemos sido capaces de organizarnos y dictar nuestros puntos de vista y condiciones al resto de la sociedad. Entre ellos, nuestra cerrada oposición a cualquier proyecto que amenace nuestros eco-sistemas.
Miren, yo entiendo que participar activamente da flojera. Y lata. Pero, créanme, quedarse cruzado de brazos no es solución a nada.
Adaptabilidad
El tercer punto, y último, es que somos muy lentos para adaptarnos a las nuevas situaciones.
Como lo comentaba antes, la naturaleza y los ecosistemas han llegado a ser tan frágiles que cada día aparecen nuevos enfoques intentando revertir la situación. Eso lleva a un cambio continuo en las regulaciones que nos controlan y en las técnicas de mínimo impacto que usamos. Los montañistas ya debieran estar acostumbrados a este proceso dinámico y debieran mostrar una capacidad de adaptación excelsa, propia de un deporte que, además, exige responder rápido a eventos inesperados.
Pero curiosamente, esto no es así. En los hechos se ha visto que cuesta mucho que los andinistas cambiemos nuestras costumbres, normalmente tomándonos años en incorporar medidas que a veces son de una simplicidad brutal.
Si tienen dudas al respecto, es cosa que miren lo que nos ha ocurrido en el pasado. Por ejemplo recordar las décadas que nos tomó erradicar el pésimo hábito de enterrar la basura (en vez de cargarla de regreso). O cuánto ha costado que nos acostumbremos a no dejar el papel higiénico usado.
Hay más ejemplos de resistencia en Chile a medidas que en el resto del mundo ya están hiper-asumidas: no dejar botadas las toallas higiénicas usadas, no romper los árboles, no botar las colillas, no alimentar los animales silvestres, no hacer fogatas, uso racional del magnesio, dejar de usar bolsas plásticas, dejar de escalar en zonas cuando llegue el período de nidificación, etc.
Históricamente el montañista nacional ha demostrado ser testarudo y de una pobre adaptibilidad, cambiando sólo porque hasta los melones se están cayendo de maduros. Obstinación que es defecto puro, porque nos hace una masa tan pesada y lenta de reaccionar que a veces con su pura inercia termina por bloquear buenas iniciativas.
Epílogo
No ensuciar el medio ambiente requiere disciplina, paciencia y adaptabilidad. Es hablar de hacer un esfuerzo, a veces poco, normalmente mucho. Pero es por una causa justa, una por la cual vale la pena hacer un sacrificio.
Los montañistas chilenos tenemos algo que decir al respecto, entre otras cosas porque en ocasiones somos los únicos que pueden atestiguar lo que está ocurriendo. Sí, tendremos defectos (algunos muy serios), pero no somos parte del problema. Además creemos que algún día nuestras sensibilidades prevalecerán, porque la razón está de nuestro lado.
En una discusión donde al final ya no se trata de ver si el vaso del cual vamos a beber está medio lleno o medio vacío.
Está sucio.
El Anticristo
anticristo@aruficax.cl