Lonquimay
Posted: 17 Dec 2008, 11:14
Todo comenzó con varias semanas de antelación, cuando uno de los integrantes del foro, residente en Temuco, me hizo una invitación a pescar a Lonquimay. Rápidas negociaciones en la casa y ya estaba listo –compra de pasajes incluida –para partir a la aventura.
La semana previa fue eterna. Las horas no pasaban, los pocos minutos disponibles se gastaban en atar algunos patrones y preparar la implementación. Todo tenía que estar a punto. No había espacio para olvidos –recordaba las historias de zapatos olvidados, cañas sin carretes –ni cosas dejadas al azar. Todo tenía que estar en orden.
El viernes 12 de diciembre –uno de los días más largos de los que tenga recuerdo –partí. A las 21:50 tomé el bus que me dejaría, a la mañana siguiente, en Temuco, para continuar viaje hacia nuestro destino. Durante el viaje me fui ordenando algunas moscas –convenientemente, ese mismo viernes en la tarde me había llegado un pedido –y luego traté de dormir un poco, pero la ansiedad y los movimientos del bus me hacían despertarme cada cierto rato. Finalmente, a eso de las 5:45 llegué al terminal de Temuco, donde Pin Pon y Flyfox me recogieron. Saludos de rigor –no nos conocíamos más que virtualmente –y a seguir viaje.
Con animada conversación nos encaminamos a nuestro destino final. Luego de un largo camino, amenizado por las historias –adivino exageradas, varias de ellas –cruce del túnel Las Raíces y encuentro con los otros dos participantes de la aventura: llegados directamente desde Los Ángeles, Buscandoanessy y Nico, un amigo que no participa (aún) del foro nos esperaban. Nos bajamos, saludos de rigor, un pucho, estirar las piernas, la “cerveza de la amistad” y a continuar viaje.
Finalmente llegamos a nuestro destino. Estacionamos los autos al lado del río, nos vestimos y al agua. El Bío Bío venía cristalino, y con un buen caudal. El día pintaba bien.


Armamos nuestros equipos –cañas #3 a #5, líneas floating –y amarramos las moscas: emergentes y ninfas. Soft hackles, red fox squirrel, stoneflies, Prince, entre otras, comenzaron a derivar por las aguas, con relativo éxito. Bastantes capturas relativamente pequeñas, y una bonita trucha de alrededor de un kilo capturada por Nico con una stonefly, marcaron la mañana. Ya volviendo al lugar donde estábamos instalados, hice una parada en un remanso del río, profundo y con poca corriente. Amarré una Kaufmann a mi tippet, que me alcanzó a dar dos truchas de un tamaño por sobre el promedio de la mañana, justo antes de que llegara un auto con campistas que, al ritmo del reggaeton, comenzaron a armar un asado y a pescar con pancoras. Era hora de retirarse.
http://img168.imageshack.us/img168/3795 ... ja3vc8.jpg
Cuando emprendía la retirada me encontré con Nico que venía con su wader en la mochila. No había sido el calor, sino una caída al agua, la que lo había obligado a seguir el vadeo con el buzo que llevaba bajo su wader. La temperatura del día, y del agua, lo permitía sin problemas.

Llegamos a almorzar: chuletas, asado de tira, piscolas y ron fue el sano y balanceado menú, que dio paso a una corta pero reponedora siesta que nos permitió capear el calor que hacía a esa hora. Mientras estábamos ahí pasó caminando el pancorero del reggaeton, con su canasto a la cintura. Cuando, medio en broma, medio en serio, le dijimos que íbamos a llamar a Carabineros, contestó riéndose "no importa, si somos de los mismos". Sabiduría popular, creo que se llama eso. Luego de eso, vuelta al río, ahora hacia arriba de donde nos encontrábamos.


Caminando bajo el sol inclemente, remontamos por potreros hasta llegar a un lugar donde volvimos al río. Nuevamente emergentes y ninfas, pero con mucho mejor resultado que en la mañana. Los piques se sucedían uno tras otro, sin parar. Todos sacando truchas al mismo tiempo, soltar y volver a sacar. Fue entonces cuando, con la red fox squirrel derivando libre sentí un pique un poco más pesado que los demás. Una fario de alrededor de un kilo que peleó bastante antes de entregarse, y que, en un último coletazo cuando la estaba tomando, se llevó mi mosca de trofeo de guerra.


Volvimos agotados al campamento. Más carne, más piscolas y ron. Más cuentos y tallas. El wader infeccioso fue el hit de la noche, sin duda, junto a la filosofía de género. Redescubrimos algo que ya sabíamos, pero que, vaya a saber uno por qué, sigue sorprendiéndonos: las mujeres son TODAS iguales. Conversando y conversando se nos pasó la hora, hasta que el sueño comenzó a aparecer. Era el momento de armar las carpas, que en el vértigo del día habían quedado en sus bolsas, sin ver la luz. Ayudados por la parafernalia campista de Pin Pon –que incluía mesa plegable, cocinilla, lámpara a gas, linternas varias, colchones inflables, compresor para inflarlos, sillas pleglables y un largo etcétera, montamos el campamento. Alrededor de las 2:30 nos fuimos a dormir, y el cansancio finalmente nos venció. Los ronquidos tipo león de Flyfox y Buscandoanessy mantuvieron alejado a un perro que merodeaba más temprano por el lugar, y que de seguro huyó despavorido ante los rugidos.

Al día siguiente nos levantamos gracias a Nico, que hizo de despertador. Pin Pon había pasado las últimas horas de sueño arriba del auto, debido a que el colchón inflable no soportó su humanidad y sucumbió. Desayuno, desarmar campamento y partir, en los autos, más arriba. Esa mañana la pesca sería en el Bío Bío y Liucura.

Nuevamente ninfas y emergentes, además de algunas capturas con seca –gracias a la impresionante cantidad de caddis que había esa mañana –fueron la tónica. Cuando el hambre y la distancia al lugar donde estaban los autos nos hizo volver, dimensionamos todo lo que habíamos recorrido. Nuevamente el calor pegaba duro, pero llegando al auto el inagotable stock de cervezas de Pin Pon nos daba nuestra recompensa.

Buscamos una sombra, armamos el fuego y... nuevamente asado. Carne y más carne, asado de tira en cantidades industriales. Agotamos las últimas reservas de cerveza y bebidas, e iniciamos el regreso. Buscandoanessy comentó que necesitaba líquido de frenos, por lo que acordamos hacer una parada en Lonquimay.
Llegamos al pueblo y el líquido de frenos pasó al olvido; el cubo de la tracción de una de las ruedas delanteras de la camioneta de Buscandoanessy había literalmente reventado. A la vulcanización. No, no podían hacer nada. ¿El taller mecánico? Cerrado. Algunas llamadas a conocidos con conocimientos mecánicos que dijeron que no había problemas con seguir, y vuelta al camino. Paramos nuevamente en Curacautín, y quedó claro que así no se podía seguir. La rueda estaba completamente suelta, y corría el riesgo de salirse en cualquier momento. Llamada al servicio de asistencia, negativa. Hay que conseguir un camión. Luego de un rato de deliberación, Nico pasó al auto con Flyfox, Pin Pon y Fibanez, para seguir camino. Nico tenía que llegar a Los Ángeles, y Fibanez tomar un bus a Santiago. Buscandoanessy debía quedar abandonado en Curacautín.
Hasta aquí la historia. Nico alcanzó a tomar un bus a Los Ángeles. Fibanez llegó a su bus con destino a Santiago, Flyfox y Pin Pon quedaron tranquilamente en sus respectivos hogares y Buscandoanessy, según reportes posteriores, logró que el seguro respondiera, lo rescatara y lo llevara de vuelta a Los Ángeles.
Queda de esta excursión una cantidad increíble de cuentos y anécdotas, un par de días de buena pesca y sobre todo buena onda. Desconocidos que nos juntamos gracias a este foro, llegamos sin saber qué esperar (sobre todo nuestras mujeres) y volvimos intercambiando celulares, mails e invitaciones, queriendo repetir la experiencia. Estoy seguro de que nos seguiremos acordando por mucho tiempo de esos días de pesca, de los asados, de los wader que transmiten infecciones, del tata Pin Pon, de las conversaciones de los karatekas, y sobre todo de lo bien que lo pasamos.
Un abrazo a los participantes, espero que se repita.
La semana previa fue eterna. Las horas no pasaban, los pocos minutos disponibles se gastaban en atar algunos patrones y preparar la implementación. Todo tenía que estar a punto. No había espacio para olvidos –recordaba las historias de zapatos olvidados, cañas sin carretes –ni cosas dejadas al azar. Todo tenía que estar en orden.
El viernes 12 de diciembre –uno de los días más largos de los que tenga recuerdo –partí. A las 21:50 tomé el bus que me dejaría, a la mañana siguiente, en Temuco, para continuar viaje hacia nuestro destino. Durante el viaje me fui ordenando algunas moscas –convenientemente, ese mismo viernes en la tarde me había llegado un pedido –y luego traté de dormir un poco, pero la ansiedad y los movimientos del bus me hacían despertarme cada cierto rato. Finalmente, a eso de las 5:45 llegué al terminal de Temuco, donde Pin Pon y Flyfox me recogieron. Saludos de rigor –no nos conocíamos más que virtualmente –y a seguir viaje.
Con animada conversación nos encaminamos a nuestro destino final. Luego de un largo camino, amenizado por las historias –adivino exageradas, varias de ellas –cruce del túnel Las Raíces y encuentro con los otros dos participantes de la aventura: llegados directamente desde Los Ángeles, Buscandoanessy y Nico, un amigo que no participa (aún) del foro nos esperaban. Nos bajamos, saludos de rigor, un pucho, estirar las piernas, la “cerveza de la amistad” y a continuar viaje.
Finalmente llegamos a nuestro destino. Estacionamos los autos al lado del río, nos vestimos y al agua. El Bío Bío venía cristalino, y con un buen caudal. El día pintaba bien.


Armamos nuestros equipos –cañas #3 a #5, líneas floating –y amarramos las moscas: emergentes y ninfas. Soft hackles, red fox squirrel, stoneflies, Prince, entre otras, comenzaron a derivar por las aguas, con relativo éxito. Bastantes capturas relativamente pequeñas, y una bonita trucha de alrededor de un kilo capturada por Nico con una stonefly, marcaron la mañana. Ya volviendo al lugar donde estábamos instalados, hice una parada en un remanso del río, profundo y con poca corriente. Amarré una Kaufmann a mi tippet, que me alcanzó a dar dos truchas de un tamaño por sobre el promedio de la mañana, justo antes de que llegara un auto con campistas que, al ritmo del reggaeton, comenzaron a armar un asado y a pescar con pancoras. Era hora de retirarse.
http://img168.imageshack.us/img168/3795 ... ja3vc8.jpg
Cuando emprendía la retirada me encontré con Nico que venía con su wader en la mochila. No había sido el calor, sino una caída al agua, la que lo había obligado a seguir el vadeo con el buzo que llevaba bajo su wader. La temperatura del día, y del agua, lo permitía sin problemas.

Llegamos a almorzar: chuletas, asado de tira, piscolas y ron fue el sano y balanceado menú, que dio paso a una corta pero reponedora siesta que nos permitió capear el calor que hacía a esa hora. Mientras estábamos ahí pasó caminando el pancorero del reggaeton, con su canasto a la cintura. Cuando, medio en broma, medio en serio, le dijimos que íbamos a llamar a Carabineros, contestó riéndose "no importa, si somos de los mismos". Sabiduría popular, creo que se llama eso. Luego de eso, vuelta al río, ahora hacia arriba de donde nos encontrábamos.


Caminando bajo el sol inclemente, remontamos por potreros hasta llegar a un lugar donde volvimos al río. Nuevamente emergentes y ninfas, pero con mucho mejor resultado que en la mañana. Los piques se sucedían uno tras otro, sin parar. Todos sacando truchas al mismo tiempo, soltar y volver a sacar. Fue entonces cuando, con la red fox squirrel derivando libre sentí un pique un poco más pesado que los demás. Una fario de alrededor de un kilo que peleó bastante antes de entregarse, y que, en un último coletazo cuando la estaba tomando, se llevó mi mosca de trofeo de guerra.


Volvimos agotados al campamento. Más carne, más piscolas y ron. Más cuentos y tallas. El wader infeccioso fue el hit de la noche, sin duda, junto a la filosofía de género. Redescubrimos algo que ya sabíamos, pero que, vaya a saber uno por qué, sigue sorprendiéndonos: las mujeres son TODAS iguales. Conversando y conversando se nos pasó la hora, hasta que el sueño comenzó a aparecer. Era el momento de armar las carpas, que en el vértigo del día habían quedado en sus bolsas, sin ver la luz. Ayudados por la parafernalia campista de Pin Pon –que incluía mesa plegable, cocinilla, lámpara a gas, linternas varias, colchones inflables, compresor para inflarlos, sillas pleglables y un largo etcétera, montamos el campamento. Alrededor de las 2:30 nos fuimos a dormir, y el cansancio finalmente nos venció. Los ronquidos tipo león de Flyfox y Buscandoanessy mantuvieron alejado a un perro que merodeaba más temprano por el lugar, y que de seguro huyó despavorido ante los rugidos.

Al día siguiente nos levantamos gracias a Nico, que hizo de despertador. Pin Pon había pasado las últimas horas de sueño arriba del auto, debido a que el colchón inflable no soportó su humanidad y sucumbió. Desayuno, desarmar campamento y partir, en los autos, más arriba. Esa mañana la pesca sería en el Bío Bío y Liucura.

Nuevamente ninfas y emergentes, además de algunas capturas con seca –gracias a la impresionante cantidad de caddis que había esa mañana –fueron la tónica. Cuando el hambre y la distancia al lugar donde estaban los autos nos hizo volver, dimensionamos todo lo que habíamos recorrido. Nuevamente el calor pegaba duro, pero llegando al auto el inagotable stock de cervezas de Pin Pon nos daba nuestra recompensa.

Buscamos una sombra, armamos el fuego y... nuevamente asado. Carne y más carne, asado de tira en cantidades industriales. Agotamos las últimas reservas de cerveza y bebidas, e iniciamos el regreso. Buscandoanessy comentó que necesitaba líquido de frenos, por lo que acordamos hacer una parada en Lonquimay.
Llegamos al pueblo y el líquido de frenos pasó al olvido; el cubo de la tracción de una de las ruedas delanteras de la camioneta de Buscandoanessy había literalmente reventado. A la vulcanización. No, no podían hacer nada. ¿El taller mecánico? Cerrado. Algunas llamadas a conocidos con conocimientos mecánicos que dijeron que no había problemas con seguir, y vuelta al camino. Paramos nuevamente en Curacautín, y quedó claro que así no se podía seguir. La rueda estaba completamente suelta, y corría el riesgo de salirse en cualquier momento. Llamada al servicio de asistencia, negativa. Hay que conseguir un camión. Luego de un rato de deliberación, Nico pasó al auto con Flyfox, Pin Pon y Fibanez, para seguir camino. Nico tenía que llegar a Los Ángeles, y Fibanez tomar un bus a Santiago. Buscandoanessy debía quedar abandonado en Curacautín.
Hasta aquí la historia. Nico alcanzó a tomar un bus a Los Ángeles. Fibanez llegó a su bus con destino a Santiago, Flyfox y Pin Pon quedaron tranquilamente en sus respectivos hogares y Buscandoanessy, según reportes posteriores, logró que el seguro respondiera, lo rescatara y lo llevara de vuelta a Los Ángeles.
Queda de esta excursión una cantidad increíble de cuentos y anécdotas, un par de días de buena pesca y sobre todo buena onda. Desconocidos que nos juntamos gracias a este foro, llegamos sin saber qué esperar (sobre todo nuestras mujeres) y volvimos intercambiando celulares, mails e invitaciones, queriendo repetir la experiencia. Estoy seguro de que nos seguiremos acordando por mucho tiempo de esos días de pesca, de los asados, de los wader que transmiten infecciones, del tata Pin Pon, de las conversaciones de los karatekas, y sobre todo de lo bien que lo pasamos.
Un abrazo a los participantes, espero que se repita.