Una Oscura Historia de Pesca (Parte II)
Posted: 05 Nov 2018, 14:52
Les dejo la primera parte:
http://www.pescandoconmosca.cl/foro/vie ... =2&t=14602
Desperté en un salón oscuro, mareado, un poco atontado, lo último que recuerdo era estar parado a la orilla del río Duqueco, con la caña de Simón en mi mano, sintiendo como una cantidad incalculable de conocimiento entraba a mi cerebro, recorría mis músculos, y agudizaba mis sentidos. Pero no hay más, sólo siento un dolor intenso en mi nuca, como si me hubiesen golpeado con algo muy grande y pesado. Al fondo de la sala en la que estoy puedo ver una mesa apenas iluminada por una lámpara, y tras varios pestañeos para mejorar mi visión, puedo distinguir sobre ella algunos artículos conocidos: cañas de pescar, sus tubos, carretes, un par de laptops, cámaras fotográficas, lentes, y otros artículos varios que por la distancia no logro distinguir. Intento ponerme de pie, y es cuando noto que mis manos están atadas detrás de la silla… estoy secuestrado.
Llevo al menos una hora forcejeando mis ataduras, sin éxito, me siento débil, no sé cuánto tiempo llevo allí, tal vez es falta de alimento o deshidratación, no oigo absolutamente nada, no siento en mis bolsillos nada de lo que normalmente suelo llevar, ni celular, ni llaves. No sé si gritar pidiendo ayuda, no sé dónde estoy ni si hay alguien que pudiera ayudarme, o tal vez otra persona que al sentir mis gritos se moleste y con ello me lleve algún regalo desagradable, no me queda más que esperar que algún alma se apiade de mí, es esa pequeña luz de esperanza de alguien que en realidad, ya no tiene mucho más que perder.
A ratos me quedo dormido, vencido por la oscuridad, y por el parpadeo de la débil luz de la mesa, que a mis ojos es bastante molesta, por tanto los cierro y trato de mantener erguida mi cabeza. Tengo el cuello adolorido por el golpe y por el cansancio de no poder apoyarme en ningún lugar. Extrañamente, entre sueños, tengo recuerdos de lugares y situaciones que estoy seguro que no he vivido, la verdad no podría afirmar con certeza si aquellas imágenes que pasan por mi cabeza son alucinaciones, sin embargo son escenas muy vívidas, de verdad parecen recuerdos, y si no viera tanto documental en televisión, podría jurar que lo que estoy viendo son paisajes de Norteamérica, algo así como Canadá o Alaska, donde veo extensos valles, atravesados por ríos prístinos y caudalosos, vegetación espesa, y yo avanzando con equipos en mis manos, mochila al hombro, destino a pequeñas cascadas donde grandes especímenes de salmones saltan contra la corriente vigorosamente… solo faltan los osos y la escena estaría completa, pero no, no hay osos, camino a paso seguro y siento conversaciones a mi lado, de un inglés que apenas comprendo.
De pronto siento un sonido metálico, como si de una gran cerradura con candado se tratase, oigo voces, y podría jurar que es el mismo tono de una de las personas que me acompaña en mi sueño. Entran en la sala tres hombres, y encienden la luz, lo cual irrita de inmediato mis ojos acostumbrados ya a la oscuridad, apenas puedo abrirlos. Cuando logro distinguir algo, veo que uno de ellos es bastante alto, viste una casaca de cuero larga hasta su rodilla, pantalón negro, botas de cuero también, la textura es como de algún reptil terminadas en punta, el cuello y las mangas son peludos, supongo que del mismo animal que hicieron la chaqueta restante, se nota que es una prenda pesada. Debajo de ella un suéter de cuello subido, color verde militar, y dentro de todo eso, un hombre de tez blanca, barba tupida entre negra y canosa, una nariz y mejillas rojas, cejas igual de tupidas que la barba. En su boca, un gran puro, encendido, y que cuando habla, lleva hacia un costado de su boca, como mordiéndolo, y sobre su cabeza, un sombrero de cuero, con una pluma rojiza en el costado, muy al estilo de un cazador de la sabana africana, me da la impresión que toda su ropa atenta contra al menos un par de leyes de protección animal.
Los otros dos jóvenes que lo acompañan son más petizos, jeans, zapatillas, polerones largos, nada especial, y como están de espalda a mí escuchando instrucciones del hombre alto, en un volumen que apenas puedo distinguir palabras. No logro saber si por alguna extraña razón los conociera, y para sorpresa mía, sí lo conozco, es el joven que perseguí y logré dar alcance para recuperar mis cosas perdidas y de paso “tomar” las de Simón. Supongo que el otro es aquel que escapó, y que juntos trabajan para este tipo que a ratos me mira y luego vuelve a dirigirse a sus hombres. No se los voy a negar, tengo miedo, siento que estos pueden ser mis últimos momentos, y me cuestiono si debí jugar al héroe y tratar de convertirme por la vía fácil en un gran pescador.
Cuando estoy perdiendo el control sobre mis ojos nuevamente, siento como la suela y el taco de cada bota se acerca lentamente a mí. Levanto la mirada y veo el rojo fuego de la punta del puro de este hombre, que me mira desde arriba, como quien mira su presa antes de atacarla.
- ¿conoces la leyenda? – me dice en un español dificultoso.
- ¿Leyenda? – respondo.
- No te hagas el estúpido, sabías que al arrebatar una caña que ha pertenecido a un pescador experimentado, obtendrías todas sus habilidades.
- Algo así escuché… no lo creí hasta que sentí su poder en aquel río.
- Supongo que lo que no te dijeron, es que también obtendrías sus recuerdos – Tenía razón, las imágenes antes soñadas, eran recuerdos… ¿¿de Simón??
- La verdad es que no indagué mucho, apenas conocí de la historia, salí en busca de una caña con esas características y me crucé con sus hombres, que por lo demás, también la robaron – me inundó un poco de valor al decir eso, pero me duró lo que el dorso de su mano demoró en voltear mi cara de un cachetazo.
- ¡No te atrevas a levantar tu voz! Es la última vez que te lo digo, eres un estúpido que no sabe lo que hizo y menos lo que le pasará por su valiente aventura.
Se dio la media vuelta, y me dejó la cara punzante de dolor, sin poder sobármela y tratando de pensar en qué me había metido. Me volví a dormir, y entre sueños y recuerdos me vi conduciendo un Toyota Cruiser entre parajes cordilleranos, miro a mi alrededor y voy solo. En el asiento del copilo, veo una cámara fotográfica, y una mochila, y al mirar el retrovisor central, puedo notar que mi vehículo carga equipo de pesca… el mismo equipo que fue robado… la misma cámara…. Estoy recordando los momentos antes del robo en diciembre del 2016, estoy en la mente de Simón.
- ¡Mr. Krieger! – escucho un grito afuera, y como si ese nombre hubiese sido un catalizador en mi nueva memoria, algo me dice que ese nombre no era desconocido para mí.
Abren la puerta, vienen los hombres de Krieger, sí, el Krieger de mis recuerdos no es nada más ni menos que el hijo bastardo de Mel Krieger… heredero de su apellido, pero no de su leyenda, y lo que busca no es aprender a pescar… lo que busca es venganza.
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Desperté en un salón oscuro, mareado, un poco atontado, lo último que recuerdo era estar parado a la orilla del río Duqueco, con la caña de Simón en mi mano, sintiendo como una cantidad incalculable de conocimiento entraba a mi cerebro, recorría mis músculos, y agudizaba mis sentidos. Pero no hay más, sólo siento un dolor intenso en mi nuca, como si me hubiesen golpeado con algo muy grande y pesado. Al fondo de la sala en la que estoy puedo ver una mesa apenas iluminada por una lámpara, y tras varios pestañeos para mejorar mi visión, puedo distinguir sobre ella algunos artículos conocidos: cañas de pescar, sus tubos, carretes, un par de laptops, cámaras fotográficas, lentes, y otros artículos varios que por la distancia no logro distinguir. Intento ponerme de pie, y es cuando noto que mis manos están atadas detrás de la silla… estoy secuestrado.
Llevo al menos una hora forcejeando mis ataduras, sin éxito, me siento débil, no sé cuánto tiempo llevo allí, tal vez es falta de alimento o deshidratación, no oigo absolutamente nada, no siento en mis bolsillos nada de lo que normalmente suelo llevar, ni celular, ni llaves. No sé si gritar pidiendo ayuda, no sé dónde estoy ni si hay alguien que pudiera ayudarme, o tal vez otra persona que al sentir mis gritos se moleste y con ello me lleve algún regalo desagradable, no me queda más que esperar que algún alma se apiade de mí, es esa pequeña luz de esperanza de alguien que en realidad, ya no tiene mucho más que perder.
A ratos me quedo dormido, vencido por la oscuridad, y por el parpadeo de la débil luz de la mesa, que a mis ojos es bastante molesta, por tanto los cierro y trato de mantener erguida mi cabeza. Tengo el cuello adolorido por el golpe y por el cansancio de no poder apoyarme en ningún lugar. Extrañamente, entre sueños, tengo recuerdos de lugares y situaciones que estoy seguro que no he vivido, la verdad no podría afirmar con certeza si aquellas imágenes que pasan por mi cabeza son alucinaciones, sin embargo son escenas muy vívidas, de verdad parecen recuerdos, y si no viera tanto documental en televisión, podría jurar que lo que estoy viendo son paisajes de Norteamérica, algo así como Canadá o Alaska, donde veo extensos valles, atravesados por ríos prístinos y caudalosos, vegetación espesa, y yo avanzando con equipos en mis manos, mochila al hombro, destino a pequeñas cascadas donde grandes especímenes de salmones saltan contra la corriente vigorosamente… solo faltan los osos y la escena estaría completa, pero no, no hay osos, camino a paso seguro y siento conversaciones a mi lado, de un inglés que apenas comprendo.
De pronto siento un sonido metálico, como si de una gran cerradura con candado se tratase, oigo voces, y podría jurar que es el mismo tono de una de las personas que me acompaña en mi sueño. Entran en la sala tres hombres, y encienden la luz, lo cual irrita de inmediato mis ojos acostumbrados ya a la oscuridad, apenas puedo abrirlos. Cuando logro distinguir algo, veo que uno de ellos es bastante alto, viste una casaca de cuero larga hasta su rodilla, pantalón negro, botas de cuero también, la textura es como de algún reptil terminadas en punta, el cuello y las mangas son peludos, supongo que del mismo animal que hicieron la chaqueta restante, se nota que es una prenda pesada. Debajo de ella un suéter de cuello subido, color verde militar, y dentro de todo eso, un hombre de tez blanca, barba tupida entre negra y canosa, una nariz y mejillas rojas, cejas igual de tupidas que la barba. En su boca, un gran puro, encendido, y que cuando habla, lleva hacia un costado de su boca, como mordiéndolo, y sobre su cabeza, un sombrero de cuero, con una pluma rojiza en el costado, muy al estilo de un cazador de la sabana africana, me da la impresión que toda su ropa atenta contra al menos un par de leyes de protección animal.
Los otros dos jóvenes que lo acompañan son más petizos, jeans, zapatillas, polerones largos, nada especial, y como están de espalda a mí escuchando instrucciones del hombre alto, en un volumen que apenas puedo distinguir palabras. No logro saber si por alguna extraña razón los conociera, y para sorpresa mía, sí lo conozco, es el joven que perseguí y logré dar alcance para recuperar mis cosas perdidas y de paso “tomar” las de Simón. Supongo que el otro es aquel que escapó, y que juntos trabajan para este tipo que a ratos me mira y luego vuelve a dirigirse a sus hombres. No se los voy a negar, tengo miedo, siento que estos pueden ser mis últimos momentos, y me cuestiono si debí jugar al héroe y tratar de convertirme por la vía fácil en un gran pescador.
Cuando estoy perdiendo el control sobre mis ojos nuevamente, siento como la suela y el taco de cada bota se acerca lentamente a mí. Levanto la mirada y veo el rojo fuego de la punta del puro de este hombre, que me mira desde arriba, como quien mira su presa antes de atacarla.
- ¿conoces la leyenda? – me dice en un español dificultoso.
- ¿Leyenda? – respondo.
- No te hagas el estúpido, sabías que al arrebatar una caña que ha pertenecido a un pescador experimentado, obtendrías todas sus habilidades.
- Algo así escuché… no lo creí hasta que sentí su poder en aquel río.
- Supongo que lo que no te dijeron, es que también obtendrías sus recuerdos – Tenía razón, las imágenes antes soñadas, eran recuerdos… ¿¿de Simón??
- La verdad es que no indagué mucho, apenas conocí de la historia, salí en busca de una caña con esas características y me crucé con sus hombres, que por lo demás, también la robaron – me inundó un poco de valor al decir eso, pero me duró lo que el dorso de su mano demoró en voltear mi cara de un cachetazo.
- ¡No te atrevas a levantar tu voz! Es la última vez que te lo digo, eres un estúpido que no sabe lo que hizo y menos lo que le pasará por su valiente aventura.
Se dio la media vuelta, y me dejó la cara punzante de dolor, sin poder sobármela y tratando de pensar en qué me había metido. Me volví a dormir, y entre sueños y recuerdos me vi conduciendo un Toyota Cruiser entre parajes cordilleranos, miro a mi alrededor y voy solo. En el asiento del copilo, veo una cámara fotográfica, y una mochila, y al mirar el retrovisor central, puedo notar que mi vehículo carga equipo de pesca… el mismo equipo que fue robado… la misma cámara…. Estoy recordando los momentos antes del robo en diciembre del 2016, estoy en la mente de Simón.
- ¡Mr. Krieger! – escucho un grito afuera, y como si ese nombre hubiese sido un catalizador en mi nueva memoria, algo me dice que ese nombre no era desconocido para mí.
Abren la puerta, vienen los hombres de Krieger, sí, el Krieger de mis recuerdos no es nada más ni menos que el hijo bastardo de Mel Krieger… heredero de su apellido, pero no de su leyenda, y lo que busca no es aprender a pescar… lo que busca es venganza.
